an José, 22 de mayo de 2015. Aquiles Jiménez, recibirá este año, por segunda vez, la distinción del Premio Aquileo J. Echeverría, en Escultura, en esta oportunidad por su exposición “Aquiles Escultor”, que se ubicó en la Universidad de Costa Rica, en mayo de 2014.
Pasó algún tiempo desde que lo recibiera por primera vez, en 1981, cuando solo tenía 30 años. Hoy a sus 64 años, continúa tallando su destino, aferrándose a la piedra, al mármol y a la madera, elementos que lo ayudaron a esculpir una carrera que inició a los nueve años en su natal El Roble, de Santa Bárbara de Heredia.
“Inicié trabajando piedras volcánicas, las mismas piedras que existían por miles en el pedregal frente a mi casa, donde el bosque y los ríos, tuvieron una gran influencia y sus imágenes permanecieron en mi psique”, rememoró.
Fiel a sus inicios mantiene la premisa de que “el arte tiene que vincularse con la naturaleza, con el movimiento de las hojas de los árboles, la arena que se rasca, el agua que salta sobre las piedras”.
Es así como la simbiosis entre naturaleza, geografía, aptitudes y talento, empezó a despuntar sus primeros frutos, a muy temprana edad. “Cuando tenía nueve años hacía esculturas de barro; junto a mis hermanos y amigos recorríamos 10 kilómetros y traíamos la arcilla en hojas de plátano. Yo aprovechaba que ellos lo veían como una aventura, para que me ayudaran a jalarla”, explicó el artista.
A sus 12 años, cuando ingresó al Liceo de Heredia, su camino se cruzó con el del escultor Ólger Villegas (Premio Magón 2010), quien lo integró a un club de arte en el que empezó haciendo algunos cuadros. “Un día me dijo que trajera un pedazo de madera de ciprés, con el que hice ‘Maternidad’, mi primera figura, ahí me di cuenta que la escultura era lo más cercano a mi carácter”, indicó el artista.
“La escultura es encontrar la imagen a ese sueño que se pasea por la esencia de las cosas, lo que significa que dentro de lo que subyace en las cosas está la verdad, la belleza, la estructura, el ritmo”.
Aquiles Jiménez
Relata que su segunda escultura fue un campesino y recuerda que creció en una familia pobre y campesina, de nueve hermanos, que se dedicaba a la colecta de café. “Mi padre, Eladio Jiménez, era jornalero; y mi madre, Clara Luz Arias, ama de casa, ella era una mujer muy visionaria. Decidió que todos teníamos que estudiar. Cuando se dio cuenta que a mí me gustaba el arte, me apoyó para seguir aprendiendo”, aseveró el artista.
Jiménez, padre de cuatro hijos, tres mujeres y un hombre de 25 años, quien también se dedica a la escultura, actualmente vive en Concepción, de San Rafael de Heredia, donde ocupa sus días en el taller, ya sea en el trabajo escultórico o diseñando o asesorando a algún compañero en el quehacer.
El premio lo recibe con la visión de que sirva para mejorar la condición y el apoyo de la ciudadanía a quienes se dedican al arte. “Los premios son acontecimientos importantes en la vida de uno, estimulan, abren espacio, provocan un poco de interés, en la obra de uno, sobre todo en un país donde las cosas son muy llanas. Aquí las noticias no son especialmente culturales, y aún en silencio, todos trabajamos, y aunque sea por amor al arte, hay cosas que uno hace que de pronto son importantes y pasan inadvertidas”.
La poesía no solo se escribe, también se esculpe. “Entre la escultura y la poesía hay un gran ligamen. La escultura me es transparente, pero, siempre pensé que escribir era algo sumamente difícil. Luego con el tiempo me di cuenta que esas mismas imágenes también se podían transmitir en poesía y que hay una relación entre ambas”, amplió Jiménez.
La poesía y la escultura son paralelos en la expresión artística de Jiménez, quien escribió ‘Poética de la Escultura’, un poemario en el que expresa lo que para él debe ser el mundo de la escultura. Considera que ambas, tanto la escultura como la poesía, son imágenes poéticas y tienen ritmo, “unas en figura y otras en palabras”.
Para Jiménez la escultura es más sensorial que visual, más armónica que melódica. “Hay esculturas que son melódicas, porque son un solo tema y una sola tonada, y yo creo que en la escultura deben participar muchas melodías de manera que al final sea armónica, como quien entra en un bosque y de pronto se encuentra con el sonido del viento, el ritmo del agua y las aves”.
Estas mismas imágenes impulsan el proceso creativo de Jiménez, quien lo describe como una búsqueda interna que resulta en trabajos en serie, luego entra en recesos creativos, hasta que poco a poco le llegan nuevas imágenes, que harán que sus manos respondan, otra vez, a la imagen de su mente.
Cada serie anterior le hereda una unidad de imágenes de forma y contenidos, que de pronto se transforman en otra temática, con otra orientación y elementos de diseño, con otras características de expresión. “Yo siempre espero que esas imágenes maduren dentro de mí y eso ocurre espontáneamente. No soy un buscador intelectual, creo que el arte no se hace con ideas, sino que se hace con imágenes. A mí no me gusta el proceso mental de buscar; me gusta el proceso sensorial de encontrar”.
“Estoy aquí para que sueñes los espacios
para que evoques la memoria de lo eterno,
y para que encuentres tu pequeño instante de lucidez”.
Fragmento de “Poesía de la montaña” de
Aquiles Jiménez
Quizá por esa razón, el artista afirma que la esencia misma de la creación artística, el empuje inicial, radica en la imagen poética. “Que no es lo mismo que lo emocional, porque la imagen nace de un centro interior, donde está lo emocional, lo semántico, lo telúrico, el recuerdo, los procesos de asimilación, lo racional; es un centro donde está todo. Solo con la emoción no se hace arte. El arte es integrador y nace de una totalidad”.
Un ejemplo de esto, lo describe el artista con un filólogo: “es alguien quien conoce todos los significados de las palabras, pero, no necesariamente puede hacer poesía y, aunque el poeta no tiene ese conocimiento tan técnico, tiene la capacidad de, inclusive, darle vuelta a los contenidos de las palabras, cambiarle sus estructuras y ponerlas a decir cosas que no serían posibles si no fuera por esa forma poética”.
Concluye al indicar que toda materia y la dinámica rítmica de una obra es energía. “Se deben manejar los volúmenes como las palabras. Así como en el lenguaje común, en la escultura es lo mismo, hay volúmenes que son verbo, otros que son adjetivos, o sustantivos, entonces uno maneja la escultura como un lenguaje de formas que están destinados a decir algo”.
“Cuando esbozo la escultura en piedra, las energías no están calibradas, están desordenadas. Cuando uno logra esbozar una piedra y ya ve que todo coincide con la imagen primaria, los ritmos, los encuentros, los planos, las luces y la estructura general, están acorde a la imagen que uno quiere expresar ¡Es un momento de alegría”
La labor que Jiménez realiza es difícil de describir. Por lo que sería conveniente que el lector pueda tener acceso a la obra del artista, ya sea a través de sus esculturas, su poesía o las pinturas que nos reveló, estaría dando a conocer pronto. El Premio Aquileo, J Echeverría de Artes Plásticas en Escultura, se le otorga por segunda vez a alguien que afirma que lo que más disfruta de su trabajo, es “el sentimiento de transformar las energías que están fuera de uno; llámense piedra o palabras, en una imagen novedosa que uno pretende que pueda donar al mundo del conocimiento humano”.
Fotos: Aquiles Jiménez para Prensa MCJ
viernes, 22 de mayo de 2015
Aquiles Jiménez, poeta de la escultura: Premio Aquileo J. Echeverría de Artes Plásticas en Escultura, 2014
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