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Por: Luis Flórez Karica.
—¿Cómo lo describes? —Pregunta la chica a su compañera de mesa, un amor antiguo a quien de casualidad me encontré en aquel restaurante.
—Es una especie de bohemio profundo... de esos que se pierden en una canción, acompañado de un vaso poblado de hielo sumergido en licor y el recuerdo de alguna de las tantas mujeres que ha tenido, o de las nunca pudo conquistar. —Contesta la fulana en todo gentil, pero con un lenguaje corporal cargado de cinismo y hasta con pequeñas porciones de histeria.
Mi antiguo amor, quien frente a mi le explica diplomáticamente a su amiga que soy un borracho y mujeriego es ignorada por todos mis sentidos, quienes se concentran en la mirada tierna, escote atrevido, cabellera exquisita y el dulce aroma de la fragancia, perfume, crema o quien sabe que de su compañera de mesa.
Tomo su mano... la acerco suavemente a mis labios y la beso con pasión... y mirando fijamente a sus ojos, le comento en un tono de voz ideal para cánticos de apareamiento: —Es verdaderamente una fortuna para esta mujer que hoy comparte su mesa, que no guarda reparo para atacar públicamente a un hombre bueno que su única falta fue admirarla y adorarla con devoción, gozar de una compañía tan agradable como la suya.
La bella mujer dejó caer el tenedor ante tal comentario frente a su amiga, y antes de que volviera en sí, me acerqué y le susurré al oído: —Realmente la envidio.
Di media vuelta y me dirigí a la barra del restaurante para comer. Pasaron tan solo unos minutos, quizá un poco menos, cuando aquel mesero, me entrega una servilleta doblada con un mensaje para mí dentro. Era la amiga de mi antiguo amor. En letra imprenta me escribió: ME LLAMO ANABEL, LLÁMAME 507-6716-60XX.
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