El Canal de Panamá en Construcción |
Por: Bolívar Perigault Sánchez.
Estamos de fiesta. Nuestro Canal celebra sus 100 años de existencia. Al volver la mirada retrospectivamente, vemos que quedaron atrás los infortunios, los vejámenes y las injerencias militares extranjeras en nuestro territorio. Es bueno recordar, porque como lo decía el poeta Ricardo Miró, “la Patria es el recuerdo, pedazos de la vida, envueltos en jirones de amor o de dolor…” Son esos recuerdos los que habilitan y fortalecen nuestro sentido de pertenencia y también los que afirman en cada panameño y panameña la identidad nacional.
Sobre los antecedentes, construcción y evolución del Canal de Panamá me he referido en diversas entregas; sin embargo, es bueno recordar que la llegada formal de los Estados Unidos de América a Panamá, en función al Canal, guarda relación directa con la promulgación de la Ley Spooner, en junio de 1902, la cual autorizaba la compra de las acciones del Canal, por un monto que no excediera los cuarenta millones de dólares. Un año después, Panamá nace a la vida internacional como República, al separarse de Colombia el 3 de noviembre de 1903. Las referencias acerca de los hechos que rodearon este suceso histórico, abundan en la bibliografía de los historiadores, tanto nacionales como extranjeros.
Lo cierto es que el 18 de noviembre del mismo año, Panamá firma con los Estados Unidos de América la Convención del Canal Istmico, mejor conocida como Tratado Bunau Varilla-Hay por medio del cual, le concedían a los norteamericanos concesiones que afectaban el ejercicio de la jurisdicción y la soberanía nacional en todo su territorio y a partir de esa fecha, la República de Panamá inicia la lucha generacional por el rescate de su plena jurisdicción y derechos soberanos.
El Instituto Nacional de Panamá, por su parte, nace a la vida ciudadana, junto con la República, en 1907, y digo “vida ciudadana”, honrando las palabras de la Doctora Reina Torres de Araúz, cuando expresó con sabiduría, que el Nido de Águilas no gradúa bachilleres sino ciudadanos comprometidos con el bienestar de la patria. Es por ello que ambas instituciones están indisolublemente ligadas en el tiempo y el espacio. Tanto es así que durante la época republicana, todas las generaciones de aguiluchos enarbolaron la bandera de las justas aspiraciones del pueblo panameño por recuperar nuestro Canal, lo que nos costó lágrimas, dolor y muerte, hasta que el 31 de diciembre de 1999 a medio día, y gracias al Tratado Torrijos-Carter, se hizo realidad ese sueño generacional. Desde ese día, el Canal está administrado por Panamá con los más altos niveles de eficiencia y excelencia, por lo cual todos debemos sentirnos orgullosos.
Tanto el Canal como el Instituto Nacional forman parte de nuestra memoria histórica. Sus orígenes, evolución y logros deben siempre estar presentes en las mentes y en los corazones de las presentes y futuras generaciones. Eso sólo puede lograrse mediante la educación. De allí, la creación de la Cátedra de Relaciones entre Panamá y los Estados Unidos en 1973.
Como educador comprometido con dicha Cátedra, misma que facilito desde hace 40 años en mi condición de Profesor Titular de la Universidad de Panamá, aprovecho esta magna fecha para denunciar a los enemigos del Canal y de nuestra memoria histórica; mismos que, a pesar del cambio de gobierno, siguen enquistados, cual cáncer mortal, en el Ministerio de Educación en posiciones de autoridad y quienes, en su momento, fueron declarados “non gratos” por este prestigioso y combativo plantel educativo. ¡Ojo Señora Ministra! Hay que sanear nuestra educación liberándola de quienes siempre han luchado a capa y espada por anular y eliminar dicha cátedra. Muy por el contrario, hay que doblar esfuerzos por fortalecerla a fin de afianzar nuestro sentido de pertenencia, soberanía e identidad nacional.
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