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jueves, 8 de mayo de 2014

Discurso del magistrado Erasmo Pinilla: Un documento para la historia panameña

Magistrado Erasmo Pinilla

Queridas amigas… queridos amigos: La semana empezó con una placidez nacional que bien podría ser el augurio de un quinquenio de reivindicaciones patrióticas. Hacía mucho tiempo que una elección no generaba tantas expectativas; pero también hacía mucho tiempo que una candidatura no despertaba en los electores semejantes alegrías finales, como la que el presidente electo ha regalado al pueblo panameño.

Todos sabemos que lejos de ser un simple triunfo, es el triunfo de la democracia electoral. Nuestro pueblo soportó estoico, valiente, decidido y en silencio, la avalancha infructuosa de indolentes argucias de los políticos, campañas sucias y hasta 4 leyes hechas a la medida para tomar ventaja de todos los adversarios. Cabe decir con entereza y total certidumbre, que este es un pueblo sabio que finalmente ha decidido dar un ejemplo imperecedero de sabiduría política.

Esta determinación nacional no debe pasar desapercibida, y es mi deber como juez electoral, resaltar la lección que debemos aprender todos: no se juega con la intuición popular. La gran perdedora es la absurda racionalización a la que rinden tributo los estrategas de las campañas, que apuestan al engaño, a la manipulación, al desatino inútil del exorbitado gasto en propaganda y al recurso manido y perverso de comprar las conciencias de los electores. En estas elecciones perdieron las mañas; en estas elecciones ganó un sentido común, que viene erigiéndose sobre un andamiaje saludable que se llama credibilidad  en las instituciones democráticas. Había sospechas y miedos a la trampa; pero fue la confianza en el Tribunal Electoral, lo que hizo que el panameño concluyera que ningún ardid es mejor que la determinación de cambiar las cosas, si hay fe y seguridad en los arbitrajes imparciales.

¿Qué leyó impasible nuestro pueblo, por encima de la algarabía propagandística? ¿Cómo fue posible darles la vuelta a los resultados previstos en las encuestas, apenas una semana antes del pasado domingo?  El pueblo leyó, con inhabitual inteligencia emocional, el lenguaje secreto de los gestos en el semblante diáfano de los candidatos que apostaron a la sinceridad. ¡Que sirva de lección!

Deberemos volver sobre estas reflexiones una y otra vez, a lo largo de todo el quinquenio que iniciamos. Que la lección no se olvide, y que los partidos políticos y los aspirantes de libre postulación se aboquen prontamente -y antes que se olvide el ejemplo- a trabajar en las reformas electorales, único portal válido como referencia para las elecciones de 2019.

Tenemos un compromiso con la Comisión Nacional de Reformas Electorales de presentar, en los primeros días de instalada la Asamblea Nacional, el proyecto de ley desechado por la Asamblea  anterior; con la promesa de la mayoría de las fuerzas políticas, de aprobarlo integralmente.  Ello, sin perjuicio de que a partir de enero próximo, como ya es tradición, la gran Comisión Nacional de Reformas Electorales volverá a ser convocada para revisar a profundidad toda la normativa electoral.

Aprendamos del pueblo, quienes creen equivocadamente que son más inteligentes que él; quienes piensan que saciar el hambre de un día, es más importante que saciar el hambre de siempre; instruyámonos en la práctica que dice que la fe es más importante que el deseo; recordemos para 2019, que nadie juega más vivo que el que vive esperanzado entre tanta desesperanza.

Este escarmiento suena vibrante en cada lugar olvidado de nuestro istmo; pero estoy seguro de  que los políticos lo ignorarán apenas pasen unas semanas. Que la tarea sea recordárselo los 1824 días que restan hasta el 5 de mayo de 2019.  Aunque sé en lo profundo de mi instinto de juez, que muchos de los políticos no tienen tan mala memoria; más bien algunos tienen malos hábitos… y otros peores conductas.

Como es casi seguro  que no estaré presente ese día, porque creo que me merezco un retiro a tiempo de disfrutarlo,  quiero ahora gozar los éxitos humanos como el de esta presidencia junto a mis queridos colegas y mis admirables compañeros de institución, todos los funcionarios del TE, -hago un alto para aplaudirlos- ¡ellos son los puntales de la fe en nuestra democracia!… ¡incorruptibles y sacrificados!… como es probable que no esté ese día, dije, les endoso la tarea de un relevante ánimo: no olvidar nunca esta lección del 4 de mayo pasado.

Recordemos, compañeros, que el gran libro de libros, dice que “Más vale el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama vale más que la plata y el oro” (Proverbios 22:1)

Un querido amigo cita frecuentemente una frase de Jean de la Bruyère:”el único exceso permitido es el exceso de gratitud”

Agradecemos a Dios nuestro creador, a todas nuestras iglesias y confesiones religiosas; a mis colegas, Eduardo Valdés y Heriberto Araúz y a los más de 2900 compañeros de trabajo (entre permanentes y eventuales) por la solidaridad, por su profesionalismo y el trabajo en equipo que hemos realizado, al cuerpo de delegados electorales, a todos los miembros de las corporaciones electorales, a los promotores electorales, a los estamentos de seguridad, a la sociedad civil, a la comisión de justicia y paz, a todas las universidades, a todos los observadores electorales, nacionales e internacionales y al pueblo panameño.

Merecerán mi eterno agradecimiento.

Me permito un agradecimiento inusual en mí. A mi querida esposa Melisa, a mis hijos Ariadne y Francisco; Erasmo y Decka;  Ricardo y Kenia, y Diego y Dely. A mis nietos y a todos los familiares y amigos que sufrieron más que yo, los arteros ataques personales de que fuimos objeto en esta campaña, para tratar de doblegar mi espíritu y determinación de demócrata contumaz. A ellos además de agradecerles, debo pedirles perdón.

Pero no hay gratitud más grande que la que debemos rendir a nuestro pueblo. Sin su sorprendente sabiduría, no tuviéramos la sublime sensación de seguridad de hoy. Por ello no nos distraigamos en este éxito popular; lo que hemos conseguido, gracias a la valentía de nuestro pueblo, es darle un espaldarazo definitivo a la democracia procesal.

El veredicto del domingo pasado confirma la sentencia que se lee en un lugar destacado del atrio de la sede del Tribunal Electoral: “La salud de las democracias, cualquiera que sean su tipo y su grado, depende de un mísero detalle: el procedimiento electoral; todo lo demás es secundario, sin el apoyo de un auténtico sufragio, la instituciones democráticas están en el aire.”  (José Ortega y Gaset, en La Rebelión de las Masas).

Hace 5 años, un miércoles 7 de mayo de 2009, proclamamos uno de los triunfos más destacados -por el %  de votos- de la historia electoral panameña. Me correspondió a mi también, cosa curiosa, cumplir el mandato institucional de presidir aquel acto.

Dije en esa ocasión: “Señor Ricardo Martinelli Berrocal, el domingo usted recibió un muy claro mandato popular, sin precedentes en la historia republicana por lo abrumador de la mayoría alcanzada. Eso indica que las expectativas de la ciudadanía panameña sobre usted y su gobierno, son enormes. La OEA le hizo un reconocimiento a su compromiso para con el pueblo y sabemos que tiene usted la voluntad y la capacidad de cumplirlo. Para ello, hay que sanar las heridas que dejó la enormemente dilatada campaña política que por fortuna, ha concluido. Es deber de los ganadores el elevarse sobre las diferencias para destacar lo positivo que todos y cada uno de los panameños tiene". 

Retrospectivamente debemos reconocer la cita como un buen consejo. Hoy quiero citar a Isaías 3:10 que sentencia: “Decid al justo que le irá bien, porque comerá de los frutos de sus manos. ¡Ay del malvado! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le será pagado” . 

Señor presidente electo: en nombre de la Patria y con  plena confianza en su buena estirpe, hoy le repito a usted otras palabras de aquel 2009, en la certeza de que su origen campesino -como el mío- nos obliga a actuar con rectitud e hidalguía, y con el honor personal de acatar la orgullosa honorabilidad de nuestros ancestros. 

Cito: “En la sociedad moderna, nadie puede gobernar un país sin el equipo de los mejores hombres. Usted ha prometido reclutarlos y el país espera de todos ellos, el armonioso trabajo que la compleja y delicada obra requiere. Le pedimos al Dios Todopoderoso que lo ilumine para cumplir tamaña hazaña”. (fin de la cita)  

Volviendo a la actualidad, a los perdedores de esta contienda de 2014 los invito a responder, como los caballeros medievales; rindiendo la lanza y desarmando el ristre; nuestra Nación necesita ampararse en la misericordia cristiana, para olvidar el infortunio institucional del quinquenio que concluye el próximo 30 de junio.

Cada día de este nuevo quinquenio, presidente  Varela, debe usted auspiciar tareas concretas que nos conviertan en una Nación con democracia verdadera; no solamente cumpla sus promesas de alivio a la pobreza en las mesas de los panameños y seguridad en nuestras calles, prohíje el siguiente paso: haga posible la democracia deliberativa, para que la representatividad decidida en las urnas el pasado 4 de mayo, cree verdaderos procedimientos colectivos de toma de decisiones políticas, que incluyan la participación activa de todos los panameños que avalaron el procedimiento electoral. Seguimos siendo un modelo de participación, no obligada, con un espectacular 75% de asistencia a las urnas; pero ese ánimo es burlado por los órganos llamados a regir la Nación armónica, pero separadamente.

Extienda estas alegrías armando a su pueblo con herramientas valiosas como la consulta permanente; desarticule el transfuguismo, no lo aliente pensando que es útil; abone el terreno para la liberación, a través de la educación; no solo le dé al pueblo comida barata, dele hambre de justicia; y “enséñelo a pescar”; escale esas alturas que la Patria reconoce como únicas: no presida, convoque; no haga beneficencias, sea solidario; no hable, haga; no pida conductas sociales ejemplares, compórtese ejemplarmente; no diga vayan, diga síganme; que el pueblo no hace lo que sus dirigentes dicen: el pueblo hace, lo que sus dirigentes hacen.

Haga verdaderas y consecuentes las palabras que pronunció en la alegría del triunfo: se acabó el tiempo de la política como negocio; limpie la casa con las escobas justicieras de sus aliados, bárrala bien, antes de instalarse en ella. Fumíguela contra la avaricia, la ambición de poder, la chabacanería, el amiguismo, la autocondolencia que inhabilita el desarrollo social y pone primero la curita que la determinación, póngale la valentía y la fe en la capacidad.

Haga cierta la interpretación correcta del concepto de mandatario: que no es el que manda, es el que obedece; tal vez así la democracia deje de ser la mentira retórica encerrada en un vocablo, y empiece a ser, de verdad, el gobierno del pueblo.

Puede pensarse que estas reflexiones no son las acostumbradas en una proclamación. Bien podría satisfacer de otra manera más complaciente, amigable y componedora el significado de este acto. Pero el ejercicio electoral recién concluido ha marcado un hito nacional en la democracia procesal. No ganó el bullicio ni su oferta mercantil y electorera: ganó la voluntad popular, por encima del clientelismo, las persecuciones judiciales, las amenazas y las componendas.

El resultado de las urnas es aleccionador: candidatos que ni siquiera lograron los votos que creían duros, toneladas de papel y telas infructuosas que deberíamos dejar instaladas, como un testimonio  moralizante; el ejemplo incuestionable de una candidata a diputada de libre postulación que no tuvo abundancia de cuñas de televisión ni de pancartas callejeras, y conquistó una curul, y por cociente entero; millones de dólares de fuente privada y recursos públicos, invertidos en hojas de zinc, electrodomésticos, carros y hasta casas, promesas de empleos, amenazas, campañas sucias, infundios anónimos sembrados en las redes sociales, difamaciones y conductas denigrantes para nada: ganó un hombre cuya mejor táctica fue una mirada clara, fe en Dios, proceder consecuente, y algunos ingenios novedosos que deben estudiar los estrategas de las campañas electorales, y que yo les descifro: la sociedad humana sigue en su incesante evolución hacia la perfección espiritual.

Los incrédulos – piensan que los políticos, todos, sin excepción, salen de un mismo molde. Le toca al señor Varela y a los nuevos diputados, alcaldes y representantes de corregimientos, hacernos cambiar esa percepción dañina. La democracia, para seguir perfeccionándose, necesita nuevos cimientos; sabemos que su argamasa es la actuación de cada uno de ellos, en el quinquenio correspondiente.

Si el nuevo gobierno quiere y reconoce como una urgencia satisfacer la aspiración democrática más pura, creará los mecanismos y aplicará los métodos necesarios para evolucionar de la representatividad a la deliberación y a la participación. Cierto es que la democracia pura, esa donde el pueblo se constituye en asambleas, es  inalcanzable por la complejidad y tamaño de la sociedad moderna,  que además cree que una vez concluida la elección, los representantes van a pensar y comportarse como pueblo y no como elites.

Habría que empezar a instaurar y reforzar mecanismos como las revocatorias de mandatos, las leyes  antitránsfugas, el respeto a la separación de poderes, la consulta plebiscitaria, la rendición de cuentas y la constante vigilancia ciudadana. En conclusión, necesitamos una nueva Constitución Política de la República que reivindique estas aspiraciones y que vuelva a refundar una democracia donde mande la mayoría… pero con garantizado e irrestricto respeto por todas las minorías.

Me pregunto si las argucias políticas de siempre, aduciendo paz y reconciliación  nacional, dejarán sin castigo los desmanes, las satrapías y el saqueo de las arcas nacionales.

Hay decenas de cargos que necesitarán auditorías forenses  -prometidas, no las estoy inventando ahora- que deben alcanzar a otras decenas de profesionales y empresarios que se prestaron al bandidaje. ¿Se hará esa justicia prometida?.

Para que en 2019 el pueblo acuda a las urnas y supere el récord nacional de participación electoral, será necesario que la fe en la institucionalidad sea restablecida con la certeza del castigo; a mí sí me compete velar por esta urgencia, porque el Tribunal Electoral crece en credibilidad y la democracia se fortalece, cuando la institucionalidad no cede ante el contubernio. Veamos si nuestro nuevo presidente califica esta reflexión como una amenaza, una conminación, o asume esa responsabilidad como una de las tareas más fortificantes de la democracia. Sin rendición de cuentas y transparencia no hay fe en los gobiernos, y con el mal ejemplo de la impunidad, el pueblo volverá a sucumbir en los lodazales del clientelismo.

Presidente Varela: usted tiene una segunda oportunidad; el pueblo lo escogió hace 5 años como vicepresidente; ahora lo hizo como presidente; ahora la responsabilidad es totalmente suya y de los que elija como equipo para gobernar: no nos defraude; haga buena su palabra, cumpliendo con las promesas que legitimarán su cargo. Quiero reiterar, y hacerme eco de la alegría que nos cobija como un manto promitente: nuestro pueblo está feliz. ¡Qué hermoso ha sido concluir el torneo sin una sola novedad relevante! Los eventos aislados son propios de otras conductas de similar talante; no cuentan como empañamiento del proceso. Incluyendo la usurpación y el jaqueo a nuestras bases de datos.

Se cumplieron varias predicciones, pero ninguna tiene la virtud que ennoblece en semejante estatura a nuestro pueblo, como habernos sorprendido con una valentía electoral que hay que aprovechar; ahora, más que nunca, es cuando es posible enrumbar nuestra Nación, presidente Varela; asuma el reto que se le ha planteado, porque todos esperamos de usted una conducta irreprochable y, porque los electores consignarán en las urnas, en mayo de 2019,  el dictamen final si el resultado de su mandato es la pusilanimidad, o de intrepidez democrática.

Concluyo citando algunos párrafos del discurso pronunciado por el ganador del primer puesto de honor del Colegio Javier, en diciembre de 1980. Cito:

“Aquel campesino, no es ningún vago, sino un hombre trabajador al cual nunca se le ha dado oportunidad de superarse; es un hombre pobre, pero mucho más rico que nosotros en espíritu, es aquel hombre que comparte lo que tiene, mientras nosotros rechazamos dar lo que nos sobra.”

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“Ahora, salimos a la vida conscientes de que no podemos ser felices mientras aquel campesino y muchos otros hombres de nuestra patria y en el mundo entero, no tienen el derecho a una educación, a una alimentación adecuada, no tienen ni siquiera el derecho a vivir.

Poner nuestra capacidad al servicio de los demás.

Luchar por la justicia y la libertad.

Estos son los principios y los ideales cristianos que llevaremos con nosotros hasta el fin de nuestras vidas.”

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“Solo te pido Señor, que nuestras voces de denuncia y de protesta no sean calladas por los intereses ajenos a tu voluntad.

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Y concluyó así:

“Aunque separados físicamente estaremos, siempre unidos en la lucha por la construcción de una Patria más justa, de una patria más libre, y de una Patria más cristiana,”

A la vez yo concluyo soñando con que usted, señor presidente, cumplirá no solo sus promesas actuales, sino que cumplirá sus ideales de juventud, ahora que sí puede.

Al pueblo panameño, mi reconocimiento más preciado, porque él, y solo él, es el autor del  aleccionamiento vivido, consciente como ya lo es, de que “La patria la hacemos todos”.

Muchas gracias.

Erasmo Pinilla Castillero
Presidente del Tribunal Electoral
Panamá, 7 de mayo de 2014


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