- Costa Rica celebrará el “Día de la Mascarada Tradicional Costarricense” el próximo 31 de octubre, con diversas actividades.
- Conjunto de 25 artesanos de todo el país exponen sus mascaradas en el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural hasta el 31.
- El centro de San José y el Centro de Alajuela tendrán desfiles de mascaradas este 31 de octubre. Fotos: Prensa MCJ.
San José, 28 de octubre de 2013. Los “mantudos” también conocidos popularmente como “payasos”, esos que a todos nos han “corretiado” alguna vez chilillo en mano, también tienen su día.
El 31 de octubre de cada año el país celebra el "Día de la Mascarada Tradicional Costarricense”, declarado así mediante el decreto N° 25724-C, que se publicó en 1996.
Este mandato justifica en cuatro puntos la declaratoria, aduciendo el aporte de esta manifestación cultural a la recuperación y consolidación de la identidad cultural del ser costarricense; destacando la importancia de preservar y difundir la realización de mascaradas como símbolo de expresión cultural, a la vez que la califica como “un elemento importante para la educación y recreación del pueblo”.
Asimismo, la declaratoria valora que “dentro de las costumbres más arraigadas se encuentra la elaboración y desfile de mascaradas, permitiendo esto la expresión de tradiciones antiquísimas, así como el talento creativo de los artesanos costarricenses”.
Es a través de ese talento extendido por los pueblos de todo el país, desde Barva hasta Oreamuno, desde Cañas a Pococí, que se conocen cuatro tipos diferentes de estas artesanías: gigantes, cabezones, máscaras de casco y caretas.
¿Cómo se elabora una mascarada tradicional?
Amasar el barro, al menos durante cuatro horas, para eliminar burbujas de aire, es tan solo el paso inicial de la laboriosa técnica tradicional de elaboración de mascaradas. Así lo explicó Jorge “Chino” Corrales, mascarero artesanal originario de Aserrí y vecino de Alajuelita.
Luego vendrá el turno de esculpir a mano el molde de barro, el cual se deja reposar por una semana para eliminar la humedad. Cuando se siente bien seco, se comienza a pegar el papel por capas, con una goma fabricada de harina y agua. El papel que se utiliza es de saco de cemento o periódico.
Al llegar a la décimo quinta capa de papel, la mascarada estará lista para sacar todo el barro de su interior e incorporar una estructura externa de varilla de hierro, siguiendo algunos contornos de la figura y dejando las previstas para hacer la estructura de varilla soldada en su interior. Según Corrales, esa es la clave para dar una larga vida a la mascarada. “Esta estructura la inventó don Pedro Arias”, menciona Corrales con respeto.
Después, capa tras capa de papel son pegadas hasta borrar los contornos externos hechos por la varilla; hasta llegar a dar el acabado requerido.
Finalmente, viene la pintura, hacer la armazón, el vestido y las manos. Entonces es cuando “nace” la giganta, el policía o el “pisuicas”, entre otros personajes tradicionales de la mascarada costarricense.
“Es un proceso duro, muy largo, pero bello a la vez, porque hay que tener mucha paciencia. Cuando se hace una mascarada de papel, el primer requisito para mí es tener paciencia. Si uno no la tiene, mejor no meterse en esto, porque si la técnica de papel es a base de experiencia y paciencia, llevará mucho tiempo hacer una mascarada de este estilo”, enfatizó el artesano.
Según Corrales, algunas de sus mascaradas tienen hasta noventa capas de papel, por lo que han perdurado en excelente estado durante 24 años, cuando hizo su primera pareja de gigantes, los que aún le acompañan en los pasacalles.
Preservando el legado del “maestro mascarero” Pedro Arias. De primera impresión al visitar el taller de Corrales, llama la atención aquel singular conjunto de personajes de facciones un tanto asimétricas, reunidos en una especie de fiesta demencial.
Dos diablos, un policía, la calavera, el gigante y la giganta, el toro, y la minifalda, junto a otras mascaradas, parecen observar con sus ojos muy abiertos.
Tantos personajes, tantas expresiones y tanto colorido, no caben en el pequeño espacio donde trabaja el mascarero. Esa es la primera impresión. Pero casi de inmediato otro asunto no menos luminoso cautiva al intruso de esa fiesta: a Corrales se le sale por cada poro, por cada palabra, su amor por la mascarada tradicional.
Solo así, por amor y fascinación se entiende cómo aprendió de forma autodidacta la laboriosa técnica. “Mi inspiración fue don Pedro Arias”, reconoce de entrada este joven mascarero.
Según explicó Corrales, Pedro Arias fue un escazuceño quien entre las décadas de 1950 y 1970 llevó sus mascaradas por muchos pueblos del país. Arias fue el “maestro mascarero”, un ingenioso hombre que desarrolló la técnica de elaboración con base en barro, papel e hierro, para dar vida con sus obras a personajes tradicionales, los que actualmente retomó Corrales.
El artesano recuerda su fascinación por las mascaradas, mezclada con temor, en el Aserrí de su infancia. “Abrían el portón y se metían a la casa; solo mi papá pudo salvarme de una “chilillada” de los mantudos”, rememoró Corrales. Pero, lejos de quedar traumado, como adulto decidió seguirle la pista a Pedro Arias, quien ya había fallecido. Indagó cómo Arias realizó sus mascaradas; probó, falló y corrigió, hasta alcanzar la destreza requerida.
Actualmente Corrales participa con sus obras en los pasacalles de mascaradas, acompañados por las infaltables cimarronas: Hoy día, ya no es a él a quien corretean con un chilillo; ahora se encarga de preservar en su técnica y estética el legado de Pedro Arias, “aquel hombre genio de Escazú”.
Arte de barro y papel. Dos de las creaciones de Corrales participan en el certamen que organizó el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC), del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), con motivo de la celebración del “Día de la Mascarada Tradicional Costarricense”, el 31 de octubre.
Isabel Badilla del CICPC, funcionaria a cargo del certamen “Nuestras Artesanías Tradicionales”, dedicado en su segunda edición a la mascarada, explicó que la técnica tradicional incluye siempre el moldeado en barro, el recubrimiento con papel y el acabado final, con algunas variantes de acuerdo con la tradición de cada “escuela”, como es el caso de Pedro Arias en San Antonio de Escazú.
Por tanto, las mascaradas que se fabrican con fibra de vidrio no se contemplan como tradicionales, pues además de utilizar este elemento que agiliza un proceso originalmente muy elaborado, queda un molde que se puede seriar, haciendo repetitiva la obra.
“Las artesanías son obras únicas e irrepetibles. Cuando hacemos reproducciones ya no es tradicional”, sentenció Badilla, en referencia a la utilización de la fibra de vidrio en la elaboración de estos “mantudos” o “payasos”, como se les llamó popularmente a las mascaradas.
El Centro de Patrimonio premiará a los ganadores del certamen el 31 de octubre, a las 9:30 a.m., en su sede en Avenida Central. Una vez concluido el acto, habrá un “desfile de payasos” por la Avenida y la Plaza de la Cultura, que saldrá a las 11:30 a.m. de la institución cultural, ubicada frente a la Librería Lehmann.
Producción - Oficina de Prensa MCJ / Consecutivo 607 / LLV / 24-10-2013
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