El Ministerio de Cultura de Perú a través del Viceministerio de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, declaró como Patrimonio Cultural de la Nación la Danza Negrería de Huayllay en Pasco por su carácter de expresión cultural de gran valor histórico y simbólico.
Esta importante declaratoria, sustentada en la Resolución Viceministerial 070-2013-VMPCIC-MC, resalta esta danza porque en ella confluyen tradiciones culturales de procedencia nativa, afro e hispánica.
Esta tradición de la comunidad campesina de San Juan de Huayllay, distrito que se encuentra ubicado a 4340 m.s.n.m. en la provincia y departamento de Pasco, se representa en honor al Niño Jesús, entre los días 24 al 30 de diciembre de cada año
Los orígenes de esta danza datan del siglo XVII, cuando las haciendas ganaderas y los ingenios para la fundición de metales recurrían a afrodescendientes como mano de obra esclava. Al ser estos esclavos encargados del cuidado de las casonas de los españoles durante el periodo de Navidad, pudieron llevar a la región su propia representación danzada de la adoración al Niño Dios o Niñó Jesús.
Esta tradición impactó en la población local, fundamentalmente ganadera y adscrita al régimen de haciendas, que terminó haciendo una representación propia de esta manifestación.
También llamada Mujiganga, la danza se realiza en honor al Niño Jesús de Anticona Pitash, llamado así al haber aparecido su imagen en el pueblo de Santa Bárbara de Anticona, lugar de fundición de minerales en la colonia; imagen que se conserva actualmente en la iglesia matriz San Juan Bautista de Huayllay.
Actualmente la Negrería de Huayllay es una tradición que se ha democratizado, permitiendo la entrada de miembros de la generación joven y de las mujeres, lo que garantiza su continuidad y adaptación a nuevas situaciones.
Asimismo los pobladores, a través de esta danza, expresan abiertamente su propia visión del mundo, de su historia y de los afrodescendientes como sectores con una historia común de discriminación, reviviendo y resignificando el pasado, y reforzando con ello su identidad como pueblo.
Es además una muestra más de la apertura del poblador andino a incorporar elementos de otras procedencias culturales. La asunción del papel del negro en esta danza es a la vez un acto de respeto al cristianismo dominante pero además a las deidades precristianas del Taitajirca y Mamapacha, sin que la población sienta contradicción entre ambas tradiciones.
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