Carlos Francisco Chang Marín |
Por: Julio Palacios Sambrano
Que lamentable que no estés
entre nosotros, hoy recibí la noticia de tu partida y vino a mi memoria de
manera inmediata toda su hazaña de vida, compleja y turbulenta, pero a la vez
plena y pura, la que marcaron mi vida desde mi juventud. Cuando en mi andar
político tuve el privilegio de ser Presidente del Parlamento Centroamericano
(Parlacen); en alguna ocasión me preguntaron, si consideraba había algún
panameño el cual proponía para ser homenajeado y condecorado por el Parlacen y
sin dudar un solo momento propuse en primera instancia Chang Marín y así fue
como tuve la oportunidad de otorgarle la más alta condecoración que puede
portar un hijo de esta tierra centroamericana – La Orden Francisco Morazán- en
el Grado de “Gran Cruz”, reservada solo a personalidades y a jefes de estado.
Consecuentemente tal reconocimiento trajo consigo un efecto cascada de manera
que muchas organizaciones nacionales e internacionales volvieron la mirada
hacia este luchador social y humilde compatriota. Es por esto que le dedico
estas palabras, para que las futuras generaciones de panameños le reconozcan
con honor y gloria.
Voy a exaltar la figura de un
hombre que admire mucho por su pensamiento de hombre de izquierda y por su
doctrina, que durante todo lo largo de su vida, trabajo para que nos retornaran
aquellos libros, versos y canciones; olvidados y arrebatados por esas manos
asesinas de nuestra cultura y de nuestra identidad nacional, fue un hombre del mundo de las artes y de la cultura, que se
caracterizo por su plena identificación de nuestra nacionalidad, a través de las
luchas sociales de los trabajadores y de nuestro campesinado, a si como
también, fue un defensor de los valores humanos y un luchador incansable por la
paz. Mucha de su obra la dedico a la lucha nacionalista, a la lucha contra
la opresión y la presencia colonial norteamericana en la Zona del Canal, siendo un férreo
crítico de nuestra mediatizada soberanía. Este maestro, también puede definirse
como un poeta obrero de las letras; producto de su ejercicio participativo en
la política criolla, y particularmente desde su militancia política, sostuvo
una tenaz lucha anti oligárquica y anti imperialista, lo cual le significó
períodos grises en su vida, habiendo pasado mas de cuatro años en las cárceles
del país y dos años de ingrato destierro forzado, en tierras chilenas; en
verdad estoy hablando de un patriota y de un gran revolucionario; que el destino lo hizo ser
lo que fue, y caminando por los senderos de la honestidad, la perseverancia y
la tenacidad; forjo un camino de luchas reivindicativas de nuestra
nacionalidad; el fue un hombre que mantuvo la firme convicción de reconocer la
calidad de prócer de nuestra
independencia, al General Victoriano
Lorenzo; y créanme que es por eso y muchas mas razones es que me siento
realmente orgulloso de haberle conocido y ser su amigo Carlos Francisco Chang Marín.
Es por ese
trabajo, que con dedicación, esfuerzo, entusiasmo y sobre todo un gran amor a
la patria, realizo en beneficio de la educación, el arte y la cultura, de
nuestro país. Es para mí muy importante haberle
reconocido su labor, pues como bien señalara el poeta
guaraní: “Si se calla el cantor, se muere la vida, porque la vida misma, es
toda un canto; si se calla el poeta, se puede uno, incluso, hasta morir de
espanto; se mueren la esperanzas, la luz y la alegría; si se callan los que
escriben, nos quedamos solos los humildes”. Que ha de ser de la
vida, si el que es poeta, no alza su voz en las tribunas, por el que sufre, por
los que no tienen ninguna razón, para que los condenen a vivir sin abrigo. Chang
Marín, nunca perdió la oportunidad de usar una tribuna y plantear en ella una
verdad, ya sea con la pluma que ha sido su mejor espada o con el pincel como su
mejor fusil. Una vez aprendí y hoy estoy seguro, que no hay quien crezca, mas allá de lo que vale, y aunque siempre habrán personas mediocres,
faltos de ingenio, y siempre acostumbrados a treparse en zancos; yo les digo
compañeros y compañeras, que esas mismas personas, pronto ya no las tendremos
aquí, ni seremos mas, bailarines de sus fiestas. Chan Marín, nos enseño a creer
en lo hoy creemos; a creer en las heridas, que mas que dañarnos y aunque si nos
duelen, nos hacen hermanos, de entre los que luchan. Créanme, que sus pinturas,
sus libros, poemas y canciones, han valido todas sus tormentas, que aunque
duras, nunca permitió, que lo invitaran a parar. Y es por estas y muchas otras
razones, es que su legado, sobrepasarán las fronteras de su amado terruño, “Veraguas”,
de este su amado país, “Panamá”; para convertirse en un hijo de la Patria Grande
Centroamericana.
Julio Palacios Sambrano. |
Militar, investigador, instructor castrense, profesor universitario, empresario, escritor y político Panameño. Autor de artículos sobre política, parlamentarismo, seguridad nacional y relaciones internacionales. Miembro del Partido Revolucionario Democrático y promotor de cambios políticos e institucionales en la República de Panamá.
Agradezco a mi amigo Julio Palacios Sambrano, quien se ofreció a redactar este artículo para Fragata en memoria de uno de los panameños mas ilustres que ha dado mi pequeña patria.
ResponderEliminarUn abrazo amigo..!
Sobre Changmarín, puedo decir que la primera vez que supe de él tenía 18 años. Trabajaba en la imprenta de La Universidad de Panamá y estábamos imprimiendo una obra denominada “Las Mentiras Encantadas” del mismo Chagmarín.
ResponderEliminarEn aquel tiempo, la Imprenta Universitaria estaba a cargo del Profesor José Cerezo (q.e.p.d.) y yo, era un pobre muchacho que pesaba unas cien libras con ropa mojada y botas puestas.
Tenía el cargo de Operario de una máquina dobladora de papel. Las enormes resmas de papel salían tibias e impresas de unas cuatro o cinco prensas y pasaban a mi sección. Yo acomodaba las resmas en la envejecida maquinaria de hierro semi –oxidado, y la carcacha metálica doblaba las hojas en tres partes, para luego pasar a compaginación, la cual se hacía a mano por unas diez mujeres, la mayoría ya eran abuelas.
Mientras la máquina andaba, tome una de las hojas y empecé a leer… y caí… tropecé y caí en el abismo de este extraordinario hombre, hasta que el Profesor Cerezo me trajo de vuelta a la realidad con un grito. La mayoría del papel se había perdido, y el que quedaba, caía por doquier por los suelos, y yo, quien leía justo al lado, no me había dado cuenta. Tuve suerte de no perder el empleo.
Al día siguiente me cambiaron de equipo con otro compañero, y me pasaron a la máquina pegadora de libros… Changmarín pasó por segunda vez por mis manos, y para colmo, el Guillotinista no vino ese día. Me toco cortar los libros también.
Curiosamente, Las Mentiras Encantadas fue el único libro en todo el tiempo que estuve trabajando en aquella imprenta que doblé, pegué y corté… Puedo decir a mis nietos que yo tuve el privilegio de hacer con mis manos una obra de Chagmarín.
Aún conservo un ejemplar de este libro que me regaló al final el mismo profesor Cerezo. Nunca olvidaré la frase que dijo cuando me lo entregó: “Jamás botaría a alguien por leer a Changmarín”.